Y allí estaban ellas solas, rodeadas
de naturaleza. Nadie a su alrededor miraran hacia donde dirigieran su mirada,
solo algún animal que volaba por encima de ellas y les hacía no sentirse tan
solas, aunque por esta vez la soledad no les supusiera ningún miedo ni un
castigo sino la mejor de la oportunidades para gozar del mejor de los regalos.
El cielo radiante por la luz
deslumbrante del sol y el azul intenso del cielo, mediados de julio, calor, un
vientecillo que lo atenuaba, el silencio de la naturaleza, verde hierba por
todos lados, gris piedra también. Pero lo que más, el azul cristalino de las
pozas nacidas de la naturaleza que les permitía penetrar con sus ojos en lo más
profundo de las mismas, sus adentros, sus secretos…
Estaban quietas, habían parado un
rato después de caminar. Realmente la
naturaleza era la que les había ordenado pararse, sin necesidad de una señal o
un aviso solo con el atractivo incuestionable e irresistible de su belleza. No
hablaban entre ellas, disfrutaban de ese momento, a su manera, en su interior,
con la soledad de su propia persona.
Después de unos minutos, cruzaron
sus miradas. Parecía que se buscaban, necesitaban compartir las sensaciones que
habían experimentado, querían decirse algo, pero no pronunciarlo. Sus ojos
conectaron con una mirada que transmitía y brotaba de sus adentros todo lo
sentido: ¡Cuánta belleza! ¡Libertad! ¡De nuevo aquí y juntas, solo nosotras
dos! ¡Cuánto nos dan los scouts! Y una serie de sensaciones y sentimientos que
las palabras no son capaces de llegar a expresar con su uso.
Tras hablarse con la mirada y ese
largo rato acaecido según el reloj y corto según su mente, el silencio entre
ellas cesó y una de ellas rompió con las miradas y se decidió a hablar. Estaban
frente a una poza enorme, de agua cristalina, hacía calor, el sol apretaba con
fuerza… Su cuerpo se lo pedía o quizás era la naturaleza la que de nuevo volvía
a incitarle a ello.
- “Vamos a
bañarnos, vamos…”
Le dijo a su compañera dejándose
llevar por su característica impulsividad y sus ganas de bañarse que le habían
acompañado desde que descubrió ese placer en su primer campamento de verano.
Tiró la mochila, la mochila que
cargaba durante todo el camino y que permaneció en su espalda todo ese tiempo
sin notar su considerable peso. Se quitó la ropa con rapidez y ansias por lo
que con ganas le esperaba. De repente, sus ganas y sus ansias se paralizaron.
Ella también se paralizó, la naturaleza volvió a pararla. Se quedó quieta en el
sitio donde se había desnudado, miró a su alrededor en todas las perspectivas
posibles, a todos los lugares a donde su vista le permitía llegar. Respiró
profundamente y sintió una sensación que jamás nunca antes había experimentado.
Se sentía libre, llena de vida, feliz… Una serie de sentimientos y sensaciones
tan diversas e intensas que jamás pensó que la naturaleza podría hacerle
experimentar.
Y ahí estaba ella, como la
naturaleza, desnuda, en estado puro. Quizás, la naturaleza quería que se
sintiera como ella, quería compartir ese placer y esa belleza de verse la una a la otra al natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario